En su acepción más vulgar, decir que un objeto o servicio es de calidad equivale a afirmar que posee unas cualidades que lo apartan de lo común que, de algún modo, le dan una cierta distinción o excepción respecto de lo corriente o cotidiano.
Así, un sujeto estima que un producto o servicio tiene calidad cuando las características de aquello que deseaba, le producen un alto grado de satisfacción personal.
Bajo la hipótesis de que el modo o práctica científico-técnica con que el servicio se presta sea la misma, puede ser calificado de modo muy distinto según la posición de la persona que hace la valoración, sea que se trate de un usuario, de un profesional o de un simple gestor de la misma.
En la Administración Pública podemos decir que calidad es “prestar servicios” como los demanda el ciudadano.
Una de las normas de calidad ISO expresa muy bien, como definición parcial, que calidad es la “aptitud para el uso”, “la aptitud para el empleo”, “la satisfacción para el cliente” o “la conformidad con los requisitos”.
Además, podemos inferir que “…si nos mantenemos uno al lado del otro, apoyándonos y acompañándonos, si hacemos realidad el espíritu de equipo, si pese a las diferencias podemos conformar un grupo humano para afrontar todo tipo de situaciones, si entendemos el verdadero valor del grupo… Si somos conscientes del sentimiento de compartir, la vida será más simple, y el vuelo de los años más placentero…”
La parte transcripta de “El vuelo de los gansos” se puede hacer realidad con un marco cierto y sistemático, si en las organizaciones se aplican, entre otros, Normas de Calidad.